El Arbol

Un día, andaba yo ensimismado en mis meditaciones y sin darme cuenta me encuentro en una arboleda paseando entre un y otro árbol. Una masa de árboles que impávidos parecen observar mis pasos, incluso seguir atentamente mis elucubraciones mentales. De pronto me coloco frente a uno de ellos, y me quedo fijamente mirando su espléndida y estática forma, entonces, un destello de pensamiento irrumpe en mi mente, en forma de una pregunta que a mi mismo me sorprende: ¿Y si a este ser que tengo enfrente mío, le quito, le borro la palabra árbol, qué sucede? Mi mente ante tal cuestión se dispara, en primer lugar una reacción de sorpresa e inquietud, sigo percibiendo una forma que de repente se me muestra como totalmente desconocida. Al eliminar el concepto, estaba eliminando, todo un conjunto de reacciones automáticas sensoriales y cognitivas. Reacciones que creaban la sensación de que ya conocía aquello que estaba percibiendo. Un ser absolutamente desconocido, fascinante y sobretodo misterioso se revela majestuoso ante mí. 

Somos seres de rutinas cotidianas y costumbres, de hábitos perceptivos y mentales que nos encierran en un mundo que acaba siendo una cárcel. Liberado por un momento del yugo del hábito, experimento una sensación de asombro reverencial, sentía, presentía que un ser completo en si mismo, desconocido, rebosante de vida y conciencia me interrogaba silenciosamente, me estaba invitando a un acto de liberación. Incluso llegué a sospechar que fue él mismo el que subrepticiamente había introducido la pregunta en mi mente. 

Los árboles no son árboles, son seres que se complacen en ofrecer sombra a los humanos, en donar gratuitamente sus exquisitos frutos, en cobijar miríadas de formas de vida que hallan en él su morada y su sustento. Su quietud es engañosa, millones de células y actividades bullen en él incesantemente para transformar la luz que reciben del astro rey en formas de energía benéfica para la vida en su conjunto. Gracias árbol, por el oasis de frescura que me ofreces, sin publicidad ni descuentos, cuando mis pies cansados y mi piel enrojecida más lo necesita. No concibo un mundo sin ti, resultaría imposible andar eternamente por páramos yermos sin tu reconfortante presencia. Me dijo un viejo y sabio chamán  mexicano, que la aparente inmovilidad de los árboles es ficticia, en ensueños se mueven incesantemente, mucho más que nosotros, viajan a los confines del universo, y traen regalos de poder, no sé si será verdad pero la sola posibilidad de que lo sea ya me transporta a un espacio de humildad reverencial.

Esta entrada tiene un comentario

  1. SantiB

    Me conmueven estás líneas, y me recuerdan a las clases sobre Nietzsche y la psicología de Enrique Eskenazi que he revisitado recientemente y que me abrieron un mundo cuando las escuché por primera vez hace pocos años cuando Heidegger habla del árbol en flor.

    Pero me gustaría comentar, sin ninguna intención de afear ni restar belleza, que el último párrafo contrasta con los primeros, salvo que lo haya comprendido mal, negando esa primera intención, que es la de observar lo que allí hay olvidando el concepto mediante el cuál necesariamente conocemos, el concepto de «árbol».

    Y es que si bien dices querer olvidar esa palabra que clasifica, y no por imposible es en absoluto reprochable, si no todo lo contrario, cuando imaginas todo lo que sea ese magestuoso ser que se presenta ante ti y al verbalizarlo, no dejas de recurrir a su concepto, «árbol» y todo lo que encierra.

    Pues cuando dices «Los árboles no son árboles, son seres que se complacen en ofrecer sombra a los humanos, en donar gratuitamente sus exquisitos frutos» estás describiendo el árbol y no otra cosa, en una, además muy cristiana y científica concepción, donde la naturaleza aparece como a disposición de los seres humanos para su apropiación.

    Cuando hablas de «cobijar miríadas de formas de vida que hallan en él su morada y su sustento» o de las «millones de células y actividades bullen en él incesantemente» estás haciendo una referencia biológica.

    Cuando hablas de «el oasis de frescura que me ofreces, sin publicidad ni descuentos, cuando mis pies cansados y mi piel enrojecida más lo necesita» estás enmarcando el concepto en una especie de refugio contrapuesto al mundo consumista y manufacturado al que nos enfrentamos.

    Y cuando dices «resultaría imposible andar eternamente por páramos yermos sin tu reconfortante presencia.» del mismo modo sugieres o resaltas esa parte del concepto que refiere al amparo de la naturaleza que la progresiva y terrorífica destrucción del planeta nos inspira.

    No deja de ser encomiable ese intento y fascinación por saltarnos los esquemas del entendimiento, imaginar un mundo limpio de prejuicios tal cuál se presenta, pero, y no por eso dejaremos de intentarlo, igualmente fascinante me resulta la evidencia de su imposibilidad.

    Gracias por tus artículos, estoy disfrutando mucho de ellos.

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