Corazones secos

Todos andamos apurados hoy en día, los cuerpos sudorosos, las mentes inquietas, el cansacio y el sopor acechando constantemente nuestros quehaceres cotidianos y un cuasi exclusivo tema de conversación, el calor, la sequía, los incendios forestales, el calentamiento del planeta.

Pocos sospechan , sin embargo, que este ígneo azote no sólo es un fenómeno atmosférico achacable a causas físicas, agujero de ozono incluido, refleja, también y antetodo, una sequía de los corazones, una torridez que emana de nuestra forma de vida individualista y egocéntrica.

Mientras que miles mueren de hambre, otros tantos de las guerras y otros muchos de las innumerables consecuencias que se desprenden de este tipo de vida, los demás, los que no estamos muriendo, o eso creemos, miramos insidiosa y compulsivamente hacia otro lado. Todo por preservar el dudoso privilegio de seguir existiendo en un mundo sediento, en medio de una naturaleza agonizante donde el único horizonte que se otea es el desierto calcinado a partes iguales, por la sequía, las bombas, la voracidad ardiente del consumismo y la hipocresía rampante de los poderosos.

Nos hace falta agua, ese oro líquido, que también se traduce por empatía, calma, una capacidad de fluir por las corrientes de la vida con una aceptación incondicional del respeto que todo lo vivo debe despertar en nosotros, Y en la Naturaleza, todo está vivo, hasta la montaña impertérrita que contempla y padece la locura de unos corazones resecos cuyas cardiopatías tan frecuentes deberían hacernos reflexionar mucho más profunda y pausadamente de lo que nuestras ajetreadas vidas lo permiten.

Nos hace tanta falta esa humedad que pueda reblandecer los corazones tan frágiles y quebradizos por el exceso de sequedad que padecen. Una humedad que posibilite el perdón, la reconciliación, el aflojamiento de tensiones, recelos y oscuras pretensiones. Y lo bueno del caso es que este alimento líquido tan precario y precioso no lo hallaremos fuera, sino dentro. Dentro de cada uno se halla el manantial de agua fresca y cristalina. Un manantial que calma la sed, que colma el alma y que nunca se satisface con substitutos del exterior, aunque sean edulcorados, lights y bajos en calorías.

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